Cuando era jovencito, muy jovencito, leí el libro de
Roald Dahl Charlie y la Fábrica de Chocolate y me fascinó. En ella aparecían unos curiosos personajes que se llamaban
Oompa Loompas que me parecían de lo más gracioso. En aquel entonces, no sabía cuanto de importante era este autor o si el libro era más o menos conocido. Nadie de mi colegio lo había leído, así que en mi inocencia infantil asumí que no sería muy importante. Este libro y el de
La bruja, el León y el Armario (con película de próximo estreno) los tuve en una edición de Alfaguara, con tapas naranjas y una ilustración en la cubierta. Me gustaron mucho y creo que fueron los que me hicieron coger gusto por la lectura. Luego vendrían otros como
La Historia Interminable o
La Señora Frisby y las Ratas de Nimh. El caso es que fue para mí una gran sorpresa el saber que existía una película acerca de
La Fábrica de Chocolate de Willy Wonka de antes de que yo naciera, con
Gene Wilder, y gracias a retazos que mostraban en algún programa de cine y a internet pude ver y
oir a los Oompa Loompas cantando su pegadiza canción. Y, más adelante, me desternillé de risa al ver a los
Grunka Lunkas en
Fry y la Fábrica de Slurm (mención especial a
sus canciones), uno de los mejores capítulos homenaje de mi idolatrada
Futurama.
Pues bien, es sabido que
Tim Burton finalmente consiguió que la viuda de Roald Dahl le cediera los derechos para rodar
Charlie y la Fábrica de Chocolate. Esto no fue fácil, porque la Sra. Dahl, tras la versión de 1971, decidió que no quería que nadie profanase de igual modo las obras de su difunto esposo (algo así como
Frank Miller con
Sin City) y cuando contactaron con ella para este remake, se reservó los derechos de escoger director y actores, lo cual supuso un baile de nombres hasta que apareció
Tim Burton y logró convencerla de que respetaba la obra de su marido y quería hacer una película digna. Y es cierto que si alguien estaba capacitado para ello era el creador de
Eduardo Manostijeras o
Pesadilla Antes de Navidad. Así pues, Burton se puso en contacto con su gran amigo
Johnny Depp que a su vez le recomendó al jovencísimo
Freddie Highmore con quien trabajó en
Descubriendo Nunca Jamás y que fascinó a todos con su interpretación. Con todo listo, sólo quedaba ver el resultado.
La película me trajo de vuelta a mis áños de EGB cuando leí el libro e imaginaba esos ríos de chocolate, aunque no pude evitar ver esas autoreferencias burtonianas, sobretodo a Eduardo Manostijeras, tanto en los robots de la fábtica como en el paralelismo que existe entre el castillo de Vincent Price en lo alto de la colina, pero en la misma ciudad, con la fábrica de Wonka. Una fábrica que, por otra parte, guarda un cierto patrón de castillo encantado, como en esas películas de terror (en este caso infantil) donde una fuerza misteriosa se aprovecha de las debilidades de cada uno de los miembros del grupo de jóvenes que se adentra en ella y poco a poco va acabando con ellos. Muchos entran en ella, pero sólo uno sale vivo. Pues en este caso salen todos, pero sólo uno llega hasta el final.
Y sin duda puedo afirmar que uno de los grandes logros de esta versión es la originalidad de los Oompa Loompas, cuyas canciones por lo visto son las que salían en el libro original. Las coreografías y las escenificaciones de estos omnipresentes personajillos son tremendamente entretenidas y fascinantemente hipnóticas. Realmente el conjunto es excelente, y si tuviera que buscarle algún defecto, posiblemente lo buscaría en el personaje de Wonka que, más por recordarlo como un adulto que mantenía la ilusión de un niño y no como un adulto que prácticamente se quedó en la infancia, no acaba de ser como esperaba, aunque no deja de ser tener un carácter apropiado para la historia.
PD: Antes de la peli, los trailers de
Harry Potter y El Cáliz de Fuego y de
La Novia Cadáver fueron suficientes para empezar a ponerlos los pelillos de punta.
Etiquetas: PELIS
